
Reconstrucción fantástica de la apariencia de un druida en una ilustración de la primera mitad del s. XX. La cultura popular ha vertido una imagen completamente ficticia de los druidas en el imaginario colectivo.
Los druidas constituyeron la clase sacerdotal de la mayor parte de los pueblos celtas documentados a lo largo de la historia de Europa previa a la cristianización. Sin embargo, como en la inmensa mayoría de las culturas de la Antigüedad, sus funciones trascendían con holgura las fronteras de lo puramente religioso: a través de los testimonios de los autores greco-latinos y de los mitos y leyendas de la Irlanda celta observamos a los druidas en ejercicio del poder político y judicial y, al mismo tiempo, a cargo de todos los aspectos de la religión, incluido el ejercicio de la magia.
En este sentido, la guerra no constituyó ninguna excepción. Procedentes de la aristocracia guerrera celta, los druidas podían estar exentos del servicio militar, según el testimonio de Julio César, pero no por ello excluidos del mismo. Es el propio César quien describe cómo los druidas de la Galia podían llrgar a resolver la elección de un “archidruida” mediante las armas. Así, a través de los testimonios de los autores clásicos y de la mitología celta vemos cómo los druidas ejercieron, en multitud de ocasiones, como comandantes militares, tomando parte activa en las contiendas.
Sin embargo, aunque la participación de los druidas en la guerra parece estar sobradamente testimoniada, cabe preguntarse de qué formas se esperaba que estos intervinieran en el combate y qué medios se podían emplear contra los druidas en la batalla. César es el primer autor clásico que nos aporta alguna pista en torno a la participación de un druida en combate. Se trata del druida eduo Diviciaco, aliado del procónsul romano durante la guerra de las Galias: entre otros episodios, Diviciaco es descrito comandando un escuadrón de caballería durante la primera campaña contra los belgas. En este sentido Diviciaco ejerció como un comandante de caballería común y combatió empleando los mismos medios que los jinetes que comandaba.
Más llamativo resulta el relato que hace Tácito en sus Annales de la conquista de la isla de Mona (la actual Anglesey, en la costa noroccidental de Gales) por parte del legado Suetonio Paulino en 58 d.C. El historiador nos presenta a los druidas en mitad de una hueste de guerreros armados dispuestos para la defensa, maldiciendo a la fuerza invasora romana. La reacción inicial de los soldados romanos no es de menor interés: quedan paralizados por la impresión, dejándose abatir sin oposición hasta que las arengas de los oficiales y el avance de los estandartes les lleva a recuperar el ánimo y abalanzarse contra el enemigo, derrotándolo. Tácito está describiendo claramente a los druidas empleando maldiciones como una forma de atacar al ejército invasor. Este hecho cobra un interés aún mayor desde el momento en que dichas maldiciones parecen “tener un efecto” sobre los soldados romanos.
Entre los druidas de las leyendas celtas de Irlanda, Cathbad es uno de los más famosos, siendo uno de los protagonistas del llamado Ciclo del Ulster y del relato que lo vertebra, el Táin Bó Cuailnge. En estos relatos Cathbad interviene en la guerra en varias ocasiones, antes y después de vincularse a la corte del rey Conchobar. Debemos destacar aquí el episodio del Compert Conchoboir (uno de los relatos menores del Ciclo del Ulster), donde Cathbad hace su aparición como druida al mando de una tropa de mercenarios. En este relato no se especifica que Cathbad emplee ninguna clase de magia en los combates que libra, mientras que sí que se relata el uso de armas corrientes, en este caso una espada, la cual emplea para acabar con sus adversarios. Más adelante, ya en el relato del Táin, Cathbad aparece como instructor en el uso de las armas de los jóvenes guerreros de la aristocracia del Ulster.
Sin embargo, por encima aún de Cathbad, debemos destacar al druida Mog Ruith quien, en el relato del Asedio de Druim Damghaire, acude en auxilio de las fuerzas del reino de Munster, acosadas por el ataque de los ejércitos del rey supremo de Irlanda, Cormac mac Airt. Al principio del relato, Mog Ruith es descrito armado con una poderosa panoplia cuyas piezas más extraordinarias son las dos lanzas envenenadas que porta junto a su escudo y su espada. Sin embargo, en este relato Mog Ruith combate con medios eminentemente mágicos: en primer lugar se propone sembrar el caos en el ejército enemigo haciendo desaparecer la colina sobre la que este acampaba “soplando” sobre ella, provocando una terrible matanza; a continuación, para enfrentarse a la batería de medios mágicos desplegados por los druidas rivales, Mog Ruith enciende un enorme fuego mágico con una serie de prescripciones meticulosas, arrojándolo luego contra las filas del ejército enemigo con fatales consecuencias, junto a un conjuro que describe claramente la finalidad destructiva de tal llamarada; finalmente, Mog Ruith consigue aniquilar a tres de los druidas del ejército enemigo convirtiéndolos en piedra “soplando” sobre ellos. Esta acción del druida Mog Ruith trae a nuestra memoria ahora el relato de Tácito sobre la conquista de la isla de Mona, cuando una parte de la tropa romana quedó “paralizada” ante los druidas. Los paralelismos son tan evidentes como elocuentes.
Los druidas que combaten a Mog Ruith desde las filas del rey Cormac, aunque bastante menos afortunados que su desenvuelto rival, también nos proporcionan episodios de interés. En primer lugar, van tan bien armados como Mog Ruith. Uno de ellos, Colptha, toma sus armas para enfrentarse a los guerreros de Munster. Aunque cae derrotado en un combate singular, Colptha cambia antes de forma hasta adquirir unas dimensiones grotescas e imponentes, con el fin claro de poder derrotar con la fuerza de su tamaño sobrehumano a cualquier rival que le saliese al paso: en este caso, el druida Colptha recurre a la magia para realizar una metamorfosis que potencie sus habilidades guerreras con la lanza y la espada.
Hemos hablado hasta el momento de druidas. Sin embargo, las leyendas celtas también nos proporcionan varios ejemplos de druidesas interviniendo en combate. Normalmente, la categoría druídica de estas mujeres se percibe a través de sus habilidades proféticas, particularmente el imbas forosnai, arte adivinatoria estrechamente vinculada a druidas y druidesas. En este sentido destaca la figura de Scáthach, conocida por dirigir una auténtica “academia” del arte de la guerra para jóvenes guerreros, a cuyas enseñanzas se consagró el afamado héroe del Ulster, Cú Chulainn. Durante el relato ella le hace entrega de la Gae Bolga, la lanza que acompañará al héroe hasta el final de sus días, cuya herida era siempre mortal: claramente un arma de carácter mágico.

Guerreros celtas de los siglos IV-II a.C. Como miembros de la aristocracia guerrera de sus sociedades, los druidas no estaban excluidos de la participación en la guerra. Del mismo modo, no existen indicios de que su apariencia fuera significativamente distinta de la de otros miembros de las élites celtas de cada periodo.
Otros relatos acentúan aún más el carácter mítico-fantástico de los druidas que intervienen en episodios bélicos teniendo intervenciones decisivas gracias a sus poderes extrahumanos. En particular el relato de la mítica Segunda batalla de Mag Tured nos presenta muchos casos donde divinidades de carácter druídico o druidas de carácter divino intervienen en combate por medio de la espada o por medios mágicos de lo más variopintos. Cuando los Tuatha Dé Danann (los dioses celtas irlandeses), se preparan para la batalla inminente contra los fomorios (sus enemigos), cada miembro de la tropa proclama sus habilidades y cual será su participación en el combate. Dagda, dios-druida, indica que empleará en combate una pesada maza, explicitando que con ella triturará los huesos de los fomorios hasta convertirlos en lluvia de granizo. De igual modo, Dagda se muestra dispuesto en varias ocasiones a emplear un completo arsenal mágico, que incluye todas las habilidades de los druidas que hablan antes que él en el relato. La dos grandes novedades que las habilidades mágicas de Dagda nos aportan son: por un lado la retención de la orina de los enemigos, circunstancia capaz de matar por sí sola a largo plazo (como está clínicamente demostrado y que, a corto plazo, podía debilitar seriamente a los guerreros enemigos; por otro lado un arpa que, sin que se nos aporte más detalles, mata a nueve fomorios al regresar a las manos de Dagda, alusión a la magia ejercida con música de la que se esperaba una cierta letalidad.
En el relato de la Segunda batalla de Mag Tured el dios Lug aparece al comienzo, cuando los Tuatha Dé Danann han depuesto al rey Bres por su mal gobierno y están preparando la defensa de Irlanda contra el ejército fomoriano que el soberano destronado ha convocado para reimponerse. Lug se presenta en la corte del nuevo rey, Nuada; sin embargo, los porteros de la corte no le permiten pasar a menos que posea un arte u oficio. Lug les replica si acaso poseen una sola persona en la corte capaz de desempeñar todos los oficios, consiguiendo finalmente que le dejen pasar. Lug es descrito así como un dios totalmente fuera de categoría, pues es capaz de asumir todas las funciones, las druídicas y guerreras entre ellas. Las extraordinarias capacidades de Lug hacen que el rey Nuada le confíe el mando del ejército de los Tuatha Dé Danann y sus preparativos para la contienda. Durante la batalla siguiente, Lug no sólo ejerce como estratega y coordinador de todas las fuerzas, sino que tiene el papel fundamental de abatir al mejor guerrero de los fomorios, Balor “el del Ojo penetrante”, un ser cuyo único ojo tenía la capacidad de fulminar a sus enemigos. Lug se enfrenta a él y le da muerte lanzándole un disparo de honda que atraviesa el ojo de Balor y su cabeza, aniquilando después a veintisiete fomorios más (en un claro paralelo a la muerte de Goliat a manos de David que los compiladores cristianos altomedievales de estas leyendas no se resistieron a incorporar).
El carácter druídico es inherente a todas las divinidades celtas de la mitología irlandesa y las divinidades femeninas no constituyen una excepción. Llama particularmente nuestra atención Morrígan, divinidad de atribuciones principalmente guerreras: durante el relato de la Segunda batalla de Mag Tured, Morrígan yace con Dagda antes de la contienda, predice el lugar donde desembarcarán las huestes de los fomorios en Irlanda y se une a él con un contingente de druidas para matar a Indech, rey de los fomorios. Más adelante, Morrígan hace acto de presencia en el campo de batalla inculcando un intenso furor asesino a los Tuatha Dé Danann, impulsándoles a rematar la carnicería del enemigo.
Lug acude a la batalla acompañado de un file (un druida-poeta) y dos druidesas. Estas dos últimas, Bé Culle y Díanann, informan a Lug de que hechizarán los árboles, las rocas y la tierra, alzándolos como un ejército en armas contra los fomorios. Este caso recuerda fuertemente a un episodio parecido registrado por Tito Livio desde la perspectiva y la mentalidad romanas: la destrucción del ejército del cónsul L. Postumio Albino en 215 a.C. a manos de la tribu gala de los boyos, quienes aguardaron el paso de las tropas romanas en mitad de un bosque, habiendo dejado los árboles medio cortados para arrojarlos sobre sus enemigos en el momento oportuno. Sin embargo, resulta inverosímil la posibilidad de cortar un bosque entero para que se desplome en una secuencia tan perfecta como la que describe Livio; probablemente el historiador romano enriqueció el relato de la derrota de Albino haciendo una transposición racionalizada del mito celta del “bosque en armas” que, posteriormente, quedaría reflejado también en el relato de la Segunda batalla de Mag Tured.

Guerreros celtas irlandeses haciendo frente al desembarco de una expedición escandinava, siglos IX-X d.C.
La palabra se cuenta también entre las armas mágicas que los druidas de los Tuatha Dé Danann pretenden emplear en el combate. Así lo explicita Coirpre, poeta de Lug, quien explica que lanzará sobre los fomorios un glam dicinn, una maldición druídica extremadamente poderosa y letal, satirizándoles y avergonzándoles hasta el extremo de que no puedan oponer resistencia a los guerreros de los Tuatha Dé Danann. De nuevo un relato que nos recuerda al de la conquista de Mona por los romanos según Tácito.
Como hemos podido observar, los druidas hacían uso indistinto de armas corrientes y de armas mágicas para confrontar y abatir a sus enemigos. Se esperaba de ellos que fueran tan diestros con la espada como con toda clase de artes y conjuros a la hora de entrar en batalla. Sin embargo, no observamos en ningún caso que un mismo druida, en un mismo episodio, hiciera uso al mismo tiempo de la magia y de las armas profanas; incluso los propios dioses, los Tuatha Dé Danann, parecen regirse por esta delimitación clara y, aunque Dagda expresa que empleará en la batalla tanto artes mágicas como los golpes siniestros de su maza, lo hace en dos pasajes separados y en ningún momento aparece empleando ambos recursos a un mismo tiempo.
Finalmente, en el plano de la muerte de los druidas en combate, debemos distinguir claramente entre la mitología celta y las fuentes clásicas: en las leyendas y mitos irlandeses la muerte del druida en combate se produce por medios predominantemente mágicos emitidos por otro druida. Las fuentes greco-latinas pueden, como hemos visto, reflejar aspectos de la idiosincrasia celta, pero en sus testimonios los druidas caen en combate a espada como cualquier otro mortal, esperaran lo que esperasen los celtas de ellos.
Bibliografía selecta:
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